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Cómo ayudar a nuestras hijas a forjar su personalidad (Parte I)

En Educar hijas fuertes en una sociedad líquida. 11 pasos hacia su felicidad, bienestar y seguridad , la doctora Meg Meeker comparte su larga experiencia como pediatra y divulgadora. Casi quince años después de su celebrada obra Padres fuertes, hijas felices, Meeker ofrece en este nuevo libro hasta once claves para que tanto padres como madres ayuden a sus hijas a hacer frente a una sociedad acostumbrada a enviarles mensajes tóxicos que no corresponden con su naturaleza y dignidad.

Para Meeker, la cultura en la que vivimos hoy es todavía más hostil con respecto a los intereses de nuestros hijos. Insistie en que los padres y los abuelos tienen una enorme capacidad de influencia en sus vidas y en las decisiones que toman.

Propone un protocolo para minimizar el efecto tóxico de la cultura en que vivimos.

  • Conocer su corazón.
  • Responder a sus grandes preguntas.
  • Tener a las madres como mentoras.
  • El Padre como protector y líder.
  • Tomar el control de las pantallas.

Conocer su corazón

Cuando se habla del corazón de una hija se habla de emociones, carácter, y espíritu. Y para Meeker, el corazón de una chica acoge cuatro elementos que están latentes en él, aunque no sean reconocibles a primera vista: la necesidad de amar, de establecer vínculos fuertes, de cuidar y de ser amadas.

Para una hija resulta tan natural como para los padres mostrar su cariño, a través de abrazos, besos o pintándoles en un dibujo. También se siente mal cuando rompe las reglas o no se porta bien. Las hijas son conscientes de que, si dan amor, lo más probable es que reciban amor también. Cuando una niña pequeña expresa su cariño, analiza si su padre le dedica tiempo o le hace ver con gestos que no debe molestarle porque está hablando por teléfono.

Desde pequeñas, las niñas están más interesadas en las relaciones humanas que los chicos. A las chicas les gusta interactuar, quieren comunicarse, sentir y ofrecer cariño. 

Responder a cuatro grandes preguntas

Toda hija –afirma Meeker– nace con una tendencia innata a buscar respuesta a cuatro preguntas existenciales: ¿De dónde vengo? ¿Tengo valor y soy importante (especialmente para mis padres)? ¿Existe un estándar moral? ¿Hacia dónde me dirijo?

Nada refuerza más la autoestima de una hija que decirle que Dios la ha creado con un propósito, que no es un accidente o únicamente un cúmulo de células. Cuando una persona toma conciencia de esta realidad, tiene una mayor capacidad para apreciar su valor como persona y el de los demás. Está claro que resulta más fácil para los padres que tienen fe explicar a una hija esta realidad.

Las madres como mentoras

Las madres conectan más fácilmente con los hijos que los padres, son más empáticas y son vitales para proporcionarles sensación de seguridad. Los niños perciben que el amor de las madres es innegociable e inherente a su figura, mientras que el amor de un padre debe merecerse, una percepción que estos últimos tienen que trabajar para cambiar.

La acción de “mentorizar” consiste en enseñar y hablar de manera consciente y abierta a las hijas sobre la vida. Normalmente, mediante el debate y un diálogo constante. La madre puede acompañar a su hija de un modo en que el padre no puede hacerlo, porque ambas son mujeres y tienden a hablar de sus sentimientos con mayor facilidad. Las mujeres piensan diferente a los hombres, y eso les favorece a la hora de acompañar a sus hijas en su desarrollo porque tienen una idea más fiel del modo en que ellas piensan y perciben el mundo.

El “mentoring” sitúa el aprendizaje en un nivel diferente, más intelectual. Mientras que el aprendizaje convencional señala cuáles son las conductas correctas, el mentoring se centra en entender los motivos por los que esas conductas son correctas. Una estrategia eficaz es la de proporcionar a los hijos un vocabulario emocional con palabras que sirvan para explicar los sentimientos que se derivan de sus experiencias.

Padre, primer amor, protector y líder

Un padre es el hombre más importante en la vida de una niña. Todo padre es inevitablemente la referencia de la imagen que tiene una hija del planeta masculino. Si su padre es amable con ella, una niña confiará en los hombres sin problemas. Si su padre es afectuoso, una hija esperará que los hombres sean afectuosos, y al contrario. A las personas que no han tenido un padre cariñoso les cuesta incluso ver en Dios a un padre amoroso.

Los padres protegen a sus hijas, en parte fijándoles límites; nadie puede hacerlo mejor. Y cuando un padre lo hace, enseña a su hija a respetarse a sí misma y demandar un mejor comportamiento por parte de los chicos y hombres en general. Los padres entienden cómo es la mirada de los chicos, y no quieren que su hija sea vista como un objeto sexual sino como una mujer joven, inteligente y capaz.

Meeker recomienda a los padres que se dejen llevar por su instinto protector e intervengan cuando piensen que una hija no viste dignamente. Le harán un favor a su hija enseñándole que su personalidad y su carácter son más importantes que lo atractiva que se muestre.

Los beneficios para una hija de tener a su padre cerca son incalculables. Tienen mayor desarrollo cognitivo y lingüístico; obtienen mejores resultados académicos; se comportan mejor; tienen una mayor autoestima; socializan con más facilidad; tienen menos tendencia a sufrir depresiones, a tener relaciones sexuales tempranas o a consumir drogas; tienen más éxito en su desempeño profesional y suelen tener matrimonios más felices.

Tomar el control de las pantallas

Si antes la principal preocupación de los padres era cómo proteger a sus hijos adolescentes del sexo, las drogas y el alcohol, ahora es cómo protegerles de las redes sociales.

Cuando las chicas entran por primera vez en Instagram, Facebook, Snapchat o TikTok, ven en las plataformas una oportunidad de expresarse y medir su popularidad. Buscan el reconocimiento constante y las redes sociales ofrecen esa aprobación. Si una chica comprueba que gusta a los demás, entonces puede quererse a sí misma. Pero resulta peligroso, porque este tipo de reconocimiento no solo es superficial, sino que es efímero. Lo mismo que reciben comentarios positivos, puede haberlos negativos, y estos pueden llegar a ser devastadores para una adolescente, generándose con frecuencia casos de cyberbullying.

Melissa Hunt, investigadora de la Universidad de Pensilvania, ha estudiado el efecto de un menor uso de las redes sociales entre chicas jóvenes, y encontró una clara correlación con la disminución de las depresiones. Es importante que los padres entiendan que esta vinculación es real. Para disminuir el riesgo de depresión de un modo significativo, Meeker recomienda a los padres que reduzcan a treinta minutos el uso que hacen sus hijas de las redes sociales.

La constante estimulación audiovisual es insana para los niños en general y puede producir ansiedad y adicción. Los niños necesitan periodos de calma, necesitan aprender a concentrarse. Si realmente los padres quieren ayudar a sus hijos, Meeker recomienda apartarles de las pantallas y ofrecerles alternativas sin imponérselas.

Recuerda que el mejor modo de enseñarles es el ejemplo. Tristemente –dice Meeker–, muchos padres que dicen estar preocupados porque sus hijas sean fuertes frente a la presión de sus compañeras, a la menor oportunidad les dan un teléfono con al argumento de que todas sus amigas lo tienen. Le puedes facilitar un teléfono a tu hija cuando realmente lo necesita, pero no cuando ella lo quiere.

Educar hijas fuertes en una sociedad líquida. 11 pasos hacia su felicidad, bienestar y seguridad, Palabra, 238 págs., traducción de Ana Corzo Santamaría.

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